ENEMIGAS ÍNTIMAS

Enemigas íntimas: Carolina y Estefanía de Mónaco: dos princesas enfrentadas por el rencor y la envidia

La trágica muerte de su madre en 1982 marcó un punto de inflexión entre ellas, pero su rivalidad se fue forjando ya antes y desde entonces son muchos los desplantes mutuos.

Juan Salgado 01 Febrero 2019 en Bekia

Galería: Carolina de Mónaco, una princesa en imágenes

Galería: La Familia Real de Mónaco en imágenes

Cada vez que las dos hermanas del Príncipe Alberto II de Mónaco aparecen juntas en un acto oficial, todas las cámaras enfocan hacia ellas como si no hubiese nada más importante que esas dos hieráticas figuras que apenas se miran entre sí. Ambas son conscientes de la institución a la que representan y por ello mantienen una imagen de normalidad, pero ya hace tiempo que las princesas Carolina y Estefanía rompieron ese vínculo fraterno que debería unirlas para siempre.

De caracteres totalmente opuestos, las dos hijas del Príncipe Rainiero y Grace Kelly tienen en común más de lo que piensan y quizás ese sea el origen del amor-odio que se profesan. Pero... ¿cuáles son en realidad los motivos que han llevado a este distanciamiento?

Estefanía, favorita de Rainiero; Carolina, de Grace

La Princesa Carolina nació el 23 de enero de 1957, siendo la primogénita del matrimonio formado por Rainiero III de Mónaco y la actriz Grace Kelly. El hecho de que fuese una niña supuso cierta decepción para su padre (de todos es sabida la preferencia por el sexo masculino en la institución monárquica), pero sin embargo colmó los más amplios deseos de su madre: nueve meses después de haber llegado al Principado, el nacimiento de una hija era el mejor bálsamo para superar su periodo de difícil adaptación a la corte monegasca.

Solo un año después nacería el Príncipe de Alberto (1958), que aunque implicó el desplazamiento de su hermana mayor en la Línea de Sucesión al Trono, no supuso una ruptura de la armonía familiar. Al haber tan poca diferencia de edad entre ambos, Alberto y Carolina se convirtieron en los mejores compañeros de juegos. Esa unión que se forjó entre ellos fue vital para sobrellevar el distanciamiento de sus progenitores, tal y como ellos mismos reconocerían pasado el tiempo: "Cuando éramos pequeños estábamos más cerca de nuestra niñera que de nuestros padres".

El 1 de febrero de 1965 vendría al mundo la tercera y última hija de los soberanos monegascos: la Princesa Estefanía. Habían pasado ya ocho años desde que Grace Kelly afrontase por primera vez la maternidad, pero se volcó igualmente con la benjamina. Eso sí, rápidamente se dio cuenta de que su carácter no era tan dócil como el de su primogénita: el día de su bautizo en la Catedral de San Nicolás, la Princesa Estefanía protagonizó su primer acto de rebeldía al orinarse encima mientras el sacerdote vertía sobre ella las aguas bautismales.

Ese no sería más que el inicio de una infancia en la que la imagen de la Princesa Estefanía llorando o haciendo muecas en los actos públicos a los que acudía con sus padres se convirtió en algo frecuente. Por el contrario, la Princesa Carolina hacía las delicias de los fotógrafos posando con la mejor de sus sonrisas, mostrando su exquisita educación y luciendo los primorosos vestidos que su madre elegía con mimo para ella.

Grace Kelly lucharía toda su vida por enderezar el rebelde carácter de su hija menor, pero en esa misión no siempre contó con el apoyo de su marido. El Príncipe Rainiero sintió desde el primer momento una predilección especial por su tercera hija, a quien consideraba "la niña de sus ojos". Una realidad que ilustra la siguiente anécdota: cuando en 1980 el matrimonio principesco decidió enviar a la Princesa Estefanía a un internado, Rainiero se arrepintió en el último momento pero Grace se mantuvo firme. Finalmente acabaría ingresando en el internado pero se escapó poco tiempo después.

El trágico accidente que lo cambió todo

El 13 de septiembre de 1982 será una fecha que los ciudadanos y los royals de Mónaco no olvidarán nunca. Ese día la Princesa Estefanía y su madre sufrieron un trágico accidente de coche que provocó la muerte de la esposa de Rainiero III y una serie de lesiones graves a su hija pequeña. Desde entonces, nada volvería a ser igual en el pequeño Principado y mucho menos en la familia Grimaldi.

En aquellos momentos, Estefanía mantenía una relación con Paul Belmondo (relación que no aprobaban sus padres) y con él se había ido de vacaciones ese verano a una isla paradisíaca mientras su familia optaba por realizar un crucero. Sin embargo, un pequeño incidente mientras practicaba esquí acuático provocó que Estefanía decidiese volver con su familia a Roc Agel.

Una vez en la casa de verano de los Grimaldi, la benjamina confesó a sus padres que estaba muy enamorada de Belmondo y no tenía pensado renunciar a él. La noticia enfureció especialmente a su madre, quien se pasó los días siguientes intentando persuadirla de que ese no era el camino a seguir. Como todavía no había conseguido su objetivo, decidió regresar a Mónaco en compañía de su hija conduciendo ella misma el coche para poder seguir hablando del tema.

Un trayecto con un fatal desenlace: el vehículo se desvió de la trayectoria al tomar una curva y se cayó en un precipicio. El cuerpo de ambas fue trasladado rápidamente al Hospital Princesa Grace de Montecarlo, pero la hemorragia cerebral en la que entró la consorte fue irreversible y su familia tomó la decisión de desconectarla el 14 de septiembre de 1982.

Más de tres décadas después, las causas de este accidente todavía no han sido resueltas y son múltiples las teorías conspiratorias que intentan esclarecer los hechos. El caso es que todas ellas derivan en Estefanía de Mónaco: para algunos fue una discusión entre ella y su madre lo que provocó que esta perdiese el control del volante, mientras que otros aseguran que era la propia Estefanía quien conducía. Sea como fuere, la Princesa ha cargado durante todos estos años con el cargo de conciencia por lo que pasó aquel día.

Ella siempre lo ha negado, pero lo que sí está claro es que tras la muerte de su madre se produjo una ruptura entre las princesas Carolina y Estefanía. La primera lamentaría siempre no haber podido despedirse, mientras que la segunda optaría por separarse de su familia para sobrellevar la pérdida. No se puede descartar incluso un cierto rencor nunca verbalizado de la Princesa Carolina hacia su hermana pequeña por lo sucedido. Pero como no se sabe qué ocurrió, resulta imposible saber si había algo que reprochar o no.

Dos trayectorias paralelas

Pese a sus caracteres totalmente opuestos, lo cierto es que tanto Carolina como Estefanía han sido dos princesas rebeldes (cada una a su manera) que dieron más de un dolor de cabeza a sus padres. Algo que la periodista Rosa Villacastín resumía en 2017, con motivo del 60 cumpleaños de la Princesa Carolina, en esta frase: "Las dos hermanas son pura pasión: una en versión elegante y la otra en estilo macarra".

La mayor fue la primera en rebelarse contra el ambiente encorsetado y rígido en el que Grace Kelly, obsesionada con asegurarle el mejor futuro posible a sus hijas, las había educado. A pesar de que aceptó matricularse en la carrera de Filosofía en París, lejos de dedicarse a estudiar, Carolina prefirió aprovechar al máximo la vida nocturna de la capital francesa y no dejar nada (ni a nadie) sin probar.

Fue en ese momento cuando la prensa empezó a fascinarse por la rebeldía de la princesa y no había escándalo que protagonizara sin que tuviese repercusión mediática. Ella misma recordaría años después: "En aquella época las historias que circulaban sobre mí eran muy denigrantes y nada amables. De hecho, desde los 14 años hasta los 30, o quizás incluso un poco más tarde, estaba completamente convencida de que todo el mundo me detestaba".

De aquellos años data su escandaloso primer matrimonio con Phillipe Junot, su posterior divorcio de este y varios sonoros romances. Una juventud muy movida que llegó a su fin cuando Stefano Casiraghi apareció en su vida: se casaron, tuvieron tres hijos y formaron una de las parejas más glamurosas de la realeza europea. Pero la desgracia volvió a golpear de nuevo al Principado de Mónaco y el marido de la princesa falleció en un accidente acuático en 1990.

Los años de retiro que vinieron después fueron el antecedente a su tercer y desastroso matrimonio con el Príncipe Ernesto de Hannover. Con una hija en común y más de 10 años soportando juergas nocturnas, Carolina decidió separarse (no divorciarse) de él en 2009 y desde entonces ha dedicado todos sus esfuerzos a intentar guardar este tumultuoso pasado en el cajón del olvido. No lo ha conseguido del todo, pero al menos cuenta con la satisfacción de que la trayectoria de su hermana menor no fue mucho mejor.

La Princesa Estefanía fue desde siempre una niña muy rebelde, con el defecto de ser menos discreta que su hermana. Sus padres eran incapaces de controlarla durante sus años de adolescencia y, como ya se ha dicho, decidieron enviarla a un internado de Boulogne (Francia) con el objetivo de disciplinarla. Ella se escapó y años después rememoraba: "Fue un infierno. Nunca comprendí por qué me enviaron allí. No era tan mala como para eso".

Después de eso la matricularon en el Instituto Saint Dominique de Neully, del que fue expulsada por no vestir acorde con las rígidas normas de este elitista centro. Volvió a casa, pero no había noche en que no se fugase del palacio para reunirse con sus numerosos amantes (llegó a tener más de una decena) y salir de fiesta. La historia se repetía...

Sin embargo, la principal diferencia entre ambas era que mientras Carolina oficializó la mayoría de sus relaciones, los romances de Estefanía se caracterizaron por su fugacidad y únicamente llegó a pasar por el altar en dos ocasiones: la primera fue en 1995 con su guardaespaldas Daniel Ducruet y la última en 2003 con el acróbata circense Adans López Peres. Entre ambas hubo un breve romance con el también guardaespaldas Raymond Gottlieb del que nació la tercera de los tres hijos de la Princesa Estefanía.

Dos formas diferentes de ser princesa

Tras la trágica muerte de Grace Kelly, la encargada de sucederla en su labor de Primera Dama de Mónaco fue su hija mayor. Un papel protagonista para el que había sido educada desde niña y que supo cumplir con creces durante años gracias a la elegancia, el glamour y el saber estar heredados de su irrepetible madre. Pero había algo que las diferenciaba: la Princesa Carolina era Alteza Serenísima desde nacimiento.

Los títulos y tratamientos protocolarios han sido siempre muy importantes para la hermana del Príncipe Alberto. Hasta el punto de que son muchos los que aseguran que si todavía no ha firmado el divorcio de Ernesto de Hannover a pesar de estar separados desde hace una década es para poder seguir simultaneando los títulos de Princesa de Mónaco y Princesa de Hannover. Al fin y al cabo, los Grimaldi no gozan de tanto pedigrí en el Gotha europeo como los Hannover, emparentados con prácticamente todas las casas reinantes.

La Princesa Estefanía, por el contrario, a pesar de tener esa misma sangre azul, nunca ha presumido de ello ni le ha dado excesiva importancia al protocolo. Así lo demostró en los años 80 cuando ejerció como modelo, diseñadora de trajes de baño y, sobre todo, cantante. Llegó a vender más de 2 millones de copias con su single 'Irresistible' y mientras su hermana mayor se dedicaba a presidir actos oficiales ella lo daba todo sobre los escenarios.

Esta es, según la periodista Mábel Galaz, otra de las claves de su enfrentamiento: "Detrás de la fachada de la Princesa Carolina se esconde una mujer con un carácter terrible, obsesionada por controlarlo todo y despiadada con todo aquel que no sigue el guión que ella ha escrito. (...) Su nula relación con Estefanía se debe a que no le gusta la vida que ha elegido la menor de la familia". Por su parte, "Estefanía no entiende la dureza con que Carolina juzga su vida privada cuando ella en su juventud alternó actores con tenistas y cazafortunas".

Ambas son ahora dos mujeres en la plenitud de su madurez que han encarrilado sus anteriormente descarriadas vidas. Especialmente la menor de los Grimaldi, dedicada totalmente a las causas sociales y benéficas: preside el Festival Internacional de Circo de Montecarlo, dirige un refugio de elefantes y está al frente de Fight AIDS Monaco (una organización de lucha contra el SIDA). Pero todo eso parece quedar a un lado cuando Carolina está por el medio.

Ejemplo de ello fue la gala anual de Fight AIDS Monaco de 2015, organizada con esmero por la Princesa Estefanía para dar visibilidad a la lucha contra esa enfermedad pero en la que su hermana acaparó toda la atención debido a su original vestido (en el que se reproducía el cuerpo de la mítica Venus de Milo). "Cuando el protocolo la obliga a la segunda fila, Carolina suele guardar un as en la manga", refuta la periodista Carmen Gallardo.

De nuevo la enésima diferencia con Estefanía, quien declaró a Vanity Fair en 2015: "Esto no es lo mío. No me adapto al rol de princesa, a tener que ir con un vestido maravilloso, a ese lado glamuroso de la monarquía. Eso no es para mí". Ahora que las dos parecen haber encontrado su lugar en la vida, sería deseable que pudiesen superar sus desavenencias y trabajar juntas por el bien del Principado de Mónaco. Al fin y al cabo, de ilusiones también se vive.

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