FAMILIA REAL BRITÁNICA

La agridulce fecha que marcó la vida de la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo: una alegría, una desgracia y dos escándalos

Muchas parejas recuerdan el día de su boda como uno de los más felices de su vida. El problema para Isabel y Felipe es que una desgracia y dos escándalos tuvieron lugar también un 20 de noviembre.

Guillermo Álvarez 20 Noviembre 2022 en Bekia

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Galería: La Reina Isabel y el Duque de Edimburgo, una vida juntos

Hay fechas que se recuerdan con cariño, otras con pena, mientras que la mayoría son días normales y corrientes para la mayoría de la gente. Al margen de cuestiones oficiales e instituciones, para la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo eran importantes sus respectivos cumpleaños, los de sus familiares y amigos más cercanos, y por supuesto su aniversario de boda. La entonces Princesa Isabel contrajo matrimonio con el Duque de Edimburgo un 20 de noviembre de 1947. La primogénita del Rey Jorge VI se casó con el que fue Su Alteza Real el Príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, que renunció a sus títulos grecodaneses y a su fe ortodoxa para entrar en la Familia Real Británica. El destino tenía reservada para la pareja una gran historia compartida, momentos buenos en pareja y otros no tan buenos, pero entonces, todavía no lo sabían. Aquel 20 de noviembre de 1947 todo era felicidad para los jóvenes enamorados, porque sí, su matrimonio fue por amor en unos tiempos en los que todavía se arreglaban bodas entre royals. De hecho, pese a la sangre real de Philip, en Buckingham Palace solo le veía adecuado la propia Lilibet, completamente enamorada del Teniente Mountbatten.

Aquel enlace fue el primero entre miembros de la realeza desde la II Guerra Mundial. Reino Unido seguía sufriendo los estragos de la contienda, pero pese a ello, había ganas de alegría, y esa boda fue, como dijo el que fuera Primer Ministro, Winston Churchill, "un toque de color en el duro camino que debemos recorrer". Ese toque de color no empezó bien. El 20 de noviembre de 1947 Lilibet tocó accidentalmente el broche de la Queen Mary Fringe Tiara, y como la joya de la Reina Mary era también un collar, la tiara se rompió. Afortunadamente allí estaba el joyero real para hacer un apaño y logró que no se notara mucho. La Reina Madre, entonces Reina Consorte Isabel, sugirió cambiar de tiara, pero su hija se había negado.

Los 2000 invitados no notaron eso, ni se enteraron de que Isabel había olvidado en St James Palace el collar de perlas regalo de sus padres. Su secretario privado tuvo que salir corriendo para recogerlo de entre los otros muchos presentes que había recibido la pareja por sus nupcias. Fue y volvió a tiempo. Tampoco se dio cuenta nadie al ver el ramo de flores que las damas de honor pensaron que se había perdido, aunque solo había estado reposando en una hielera para conservarse mejor. Después de todo eso, blanca y radiante con un vestido de Norman Hartnell apareció la novia junto a su padre, Jorge VI, en la Abadía de Westminster, donde le espera su Philip vestido con el uniforme de la Marina a la que pertenecía y que tuvo que acabar dejando años más tarde cuando se convirtió en el consorte de la Reina Isabel II. Pero esa es otra historia.

Superados los contratiempos, ambos se casaron y fueron a celebrarlo a Buckingham Palace ante sus numerosos invitados. Se incluyó un saludo desde el balcón que causó auténtica sensación. Era el primer día de casados de un matrimonio que celebró 73 aniversarios de bodas. El último tuvo lugar el 20 de noviembre de 2020 en Windsor Castle, donde la pareja pasaba el segundo confinamiento. Cuatro meses y medio más tarde moría el Duque de Edimburgo a los 99 años. Celebraron tantos aniversarios debido a lo jóvenes que contrajeron matrimonio, a lo longevos que fueron y a que a pesar de que su relación casi se rompe en los años 50, lograron salir adelante y encontrar puntos en común, iniciándose una segunda etapa en su matrimonio en la que nacieron su tercer hijo, el Príncipe Andrés, en 1960, y el cuarto, el Príncipe Eduardo, en 1964.

Un pavoroso incendio en el año de las rupturas

Y es precisamente el Príncipe Andrés una figura clave para entender esos 20 de noviembre entre alegrías y amarguras. Corría 1992, un año aciago para la Familia Real Británica por haberse roto los matrimonios de los tres hijos de Lilibet y Philip que por entonces estaban casados. Empezó la Princesa Ana, ya separada desde hacía tiempo de Mark Phillips, padre de sus dos hijos, y por aquel entonces muy enamorada de Sir Timothy Laurence. Cansada de esperar, se plantó ante la Reina y exigió que le permitiese separarse. Era lo menos que podía hacer después de tantos años de servicio y dedicación. Al Duque de Windsor y a la Princesa Margarita no se les permitió casarse con divorciados, pero ya eran otros tiempos, y la Princesa Real, por divorciada que fuera a estar, no se le iba a negar ya que se casara con el hombre al que amaba. Y así fue el 12 de diciembre de 1992, cuando la Princesa Ana y Sir Timothy Laurence se casaron en Crathie Kirk, Escocia, debido a que la Iglesia de Escocia permite el matrimonio de personas divorciadas.

Antes de esa boda ocurrieron separaciones más escandalosas. El Príncipe Andrés y Sarah Ferguson se casaron en 1986 y fueron padres de dos hijas. Parecía ideal para el Duque de York y se entendía con la Reina, hasta que dejó de serlo. Cansada de las ausencias del Príncipe Andrés cuando servía en la Marina, buscó compañía en amantes como Steve Wyatt o John Bryan. Fue con este con el que fue fotografiada en actitud comprometida cuando él apareció chupando los dedos de los pies de la Duquesa de York. Si había alguna posibilidad de reconciliación, el escándalo público terminó con ella. Faltaba por llegar otra ruptura oficial, la del Príncipe Carlos y Lady Di, anunciada en diciembre de 1992, pero antes de eso acontecería lo que seguramente dolió más a Isabel II de aquel terrible año.

Fue un 20 de noviembre de 1992. La Reina Isabel y el Duque de Edimburgo cumplían ese día 45 años de casados aunque no estaban juntos porque el Príncipe Felipe se encontraba en Argentina. El Duque de York se encontraba en Windsor Castle cuando a las 11:37 horas saltaron las alarmas que avisaban de la existencia de fuego en la residencia favorita de Isabel II, que pensaba desplazarse allí desde Buckingham Palace para pasar el fin de semana. Y fue, pero para comprobar la destrucción del Castillo de Windsor. Se sabe que el fuego comenzó en la capilla privada a partir de un foco, desde donde se extendió rápidamente hacia St George's Hall, destruyendo 9 salas del castillo y dañando otras 100. Afortunadamente se salvaron obras de arte de incalculable valor de Rubens, Rembrandt y otros artistas gracias no solo al trabajo de los bomberos, al del personal de Windsor y al propio Duque de York, que se movilizaron para proteger las obras de arte de la residencia regia.

El Príncipe Andrés se encargó de dirigir el rescate de pinturas, libros, relojes y los muebles que fue posible sacar mientras los bomberos se encargaban de luchar contra el fuego. 370 personas se involucraron en esta operación para proteger los tesoros de Windsor Castle, mientras la Reina se desplazó hasta allí y no quiso hacer declaraciones. No hacía falta porque su cara reflejaba pena y angustia. Al preguntar a Dickie Arbiter, del servicio de prensa de la Casa Real Británica, por cómo estaba la Monarca, respondió: "Probablemente la misma reacción que la tuya si vieras tu casa ardiendo". El Príncipe Andrés añadió que su madre estaba impresionada, triste y desolada. El Duque de York relató que lo que presenciaron fue un desastre, pero que habían podido salvar todo lo posible, y de hecho, lo hicieron.

El incendio logró sofocarse. Tocaba entonces realizar la investigación necesaria para conocer lo que había ocurrido y sobro todo evaluar los daños. Windsor Castle no estaba asegurado, así que alguien debía pagar la reconstrucción y la Familia Real Británica, inmensamente rica, no quería hacerlo. Entre acalorados debates sobre si debían ser los contribuyentes los que pagaran la cuenta o la Corona, la Reina Isabel accedió a pagar impuestos sobre las ganancias de sus inversiones privadas y sobre el Ducado de Lancaster. Además, decidió abrir el Palacio de Buckingham en los meses de verano. Con eso, se financiaría la reconstrucción. El 24 de noviembre de 2022, solo 4 días después del incendio, la Reina Isabel pronunció aquel famoso discurso en la celebración de sus 40 años en el trono en Guildhall: "1992 no será un año que recordaré con alegría. Ha resultado ser un 'annus horribilis'.

Un 20 de noviembre de 1997, exactamente cinco años después del incendio, se completó la restauración para hacerla coincidir con el 50 aniversario de boda de la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo, quienes por cierto celebraron con royals extranjeros la efeméride en un tiempo amargo por la muerte de Lady Di, que había tenido lugar hacía menos de tres meses. El coste de la reforma fue de unos 36 millones de libras, más de 40 millones de euros: "Ha sido el mejor regalo de aniversario que podríamos haber deseado. No puede describir lo que significa para nosotros recuperar a Windsor", expresó la Reina agradecida por la reconstrucción.

La entrevista de Lady Di

Entre el 20 de noviembre del incendio y el de la reconstrucción hubo otro 20 de noviembre complicado. Fue el de 1995. Ese día el programa Panorama de BBC emitió la famosa entrevista que la Princesa concedió a Martin Bashir. En ella habló de que había sufrido depresión posparto tras haber tenido al Príncipe Guillermo, de los celos que el Príncipe Carlos sintió hacia su fama y su poder de atracción, de que llegó a autolesionarse, de la bulimia que padeció o aquella famosa declaración en la que señalaba la relación extramatrimonial entre Carlos y Camilla: "Éramos tres en este matrimonio. Una multitud". También acusó a la Casa Real Británica: "Todo cambió tras la separación. La vida se volvió muy difícil entonces para mí. El equipo de mi marido estaba muy ocupado intentando pararme. Lady Di reconoció que había sido infiel a Carlos con James Hewitt y lanzó un mensaje a la Corona: "Me gustaría una Monarquía que tenga más contacto con su gente". Reconoció que no se veía como futura Reina: "Me gustaría ser reina en los corazones de la gente, pero no me veo siendo la Reina de este país. No creo que mucha gente quiera que yo sea Reina. En realidad, cuando digo mucha gente me refiero a la institución con la que me casé". Y también confesó lo que pensaba sobre si Carlos deseaba ser Rey: "Porque le conozco, considero que el trabajo principal, como lo llamo, le traería enormes limitaciones, y no sé si podría adaptarse a eso".

La entrevista fue un éxito de audiencia y provocó que la Reina instara a los entonces Príncipes de Gales a divorciarse. 25 años más tarde se supo que Lady Di accedió a la entrevista por los engaños de Martin Bashir, que se acercó a ella mintiendo también al Conde Spencer, hermano de la Princesa Diana. Una investigación demostró el engaño y BBC pidió perdón por lo ocurrido, ofreciendo a los Príncipes Guillermo y Harry una indemnización de 1,6 millones que se repartieron entre 6 fundaciones con las que colaboraba la Princesa de Gales más el Diana Award, que se había creado en su memoria. Lo que en su momento se vio como un gran triunfo periodístico fue producto de la falta de ética de un 'periodista' que no tuvo escrúpulos y que engañó y manipuló a Lady Di para que accediera a hablar.

La retirada del Príncipe Andrés

Hubo desde entonces muchos más 20 de noviembre de aniversario para la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo, algunos felices y otros que pasaron más desapercibidos. Quiso la casualidad, o no, que el 72 aniversario de bodas de la pareja reinante, el penúltimo que celebraron, quedara marcado por el Príncipe Andrés, que si 27 años atrás tuvo un comportamiento ejemplar que ayudó a salvar el patrimonio de Windsor Castle, el 20 de noviembre de 2019 fue todo lo contrario. Esa tarde Buckingham Palace emitió un comunicado que no dejaba lugar a dudas: "Durante los últimos días, ha quedado de manifiesto que las circunstancias en relación a mi antigua vinculación con Jeffrey Epstein se han convertido en un grave problema para el desarrollo de mi trabajo como miembro de la Familia Real y con el valioso trabajo llevado a cabo con las muchas organizaciones y entidades benéficas con las que estoy orgulloso de colaborar. Por tanto, pregunté a Su Majestad si podía retirarme de los actos oficiales, y me ha dado su permiso".

Con estas palabras, el Duque de York se retiraba de los actos oficiales tras la desastrosa entrevista, sí, otra vez una entrevista, concedida días atrás en Buckingham Palace, sí, en Buckingham Palace, a BBC, sí, otra vez a BBC. Lo que parecía un intento de limpiar su imagen tras el suicidio del depredador sexual Jeffrey Epstein, que había sido íntimo amigo del Príncipe Andrés, sirvió para todo lo contrario. Lo peor es que el Príncipe Andrés había quedado muy satisfecho con la entrevista, creyendo que se habían despejado todas las dudas posibles y que su coartada era sólida. Nadie creería a Virginia Giuffre, la mujer que le acusó de haber abusado sexualmente de ella cuando era menor de edad.

El Príncipe Andrés, hijo favorito de la Reina Isabel, fue perdiendo todos los apoyos hasta que no le quedó más remedio que retirarse. Al menos le permitieron firmar un comunicado en el que decía que renunciaba él. Todo el mundo sabe que se le invitó a irse y a cerrar la puerta al salir. El Duque de York no la cerró del todo, sino que la dejó arrimada para intentar regresar en algún momento. Sin embargo, al no conseguir que se desestimara la demanda civil interpuesta contra él en Estados Unidos por Virginia Giuffre, fue obligado a retirarse de forma definitiva, a dejar de usar el tratamiento de Alteza Real, a olvidarse de sus afiliaciones militares y patrocinios y a defenderse como ciudadano privado. Finalmente llegó a un acuerdo extrajudicial con Virginia Giuffre que le libró de ir a juicio, pero que no sirvió para limpiar del todo su nombre. Eso sí, al menos nada de esto ocurrió un 20 de noviembre.

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