JOYAS DE LA CORONA

La impresionante colección de tiaras de la Familia Real Sueca: entre joyas históricas y regalos de amor

Poco tienen que envidiar las Bernadotte al joyero de la Familia Real Británico: las suecas poseen también piezas de valor incalculable y en su mayoría heredadas de la mismísima Emperatriz Josefina.

Juan Salgado 23 Diciembre 2019 en Bekia

Galería: La Familia Real Sueca en imágenes

Galería: La Familia Real Sueca en la gala de entrega de los Premios Nobel 2018

Año tras año y desde hace más de un siglo, hay una cita que permanece inalterable en la agenda de la Familia Real Sueca: la entrega de los Premios Nobel. Una ocasión en la que todos los focos se sitúan sobre Estocolmo, los galardonados y, sobre todo, en las fabulosas joyas que las mujeres Bernadotte lucen para la ocasión.

No en vano, el joyero que alberga el Palacio Real de Estocolmo es uno de los más impresionantes y valiosos de toda la realeza europea. Sus piezas tienen muy diversas procedencias, pero en su mayoría están ligadas a la llegada de los Bernadotte al trono en 1818 de la mano del mismísimo Napoleón Bonaparte...

La herencia de la Emperatriz Josefina

El primer rey de la dinastía fue el mariscal Jean Baptiste Jules Bernadotte, mariscal y ministro de guerra durante el mandato del Emperador Napoleón Bonaparte. Reinó durante veintiséis años con el nombre de Carlos XIV Juan y el encargado de sucederle fue su primogénito, el Rey Óscar I. Con la llegada de este último al trono, el joyero de la Casa Real de Suecia recibió las alhajas más importantes de su colección procedentes de la Francia imperial.

Óscar I estaba casado con Josefina de Leuchtenberg, nieta de la Emperatriz Josefina (esposa de Napoleón Bonaparte) y heredera de gran parte de sus joyas. Sus padres, Eugenio de Beauharnais y Augusta Amalia de Baviera, las habían recibido como regalo de boda en 1806 y con el tiempo acabaron en manos de su primogénita, Reina consorte de Suecia.

La más importante de todas es sin duda la Tiara de los Camafeos, realizada por el joyero personal de la Emperatriz Josefina y en cuya estructura destacan cinco camafeos rodeados de perlas y engastados en oro. Todos los camafeos representan diferentes motivos de la cultura clásica grecolatina, destacando el de la parte central: inspirado en una escena del mito amoroso de Cupido y Psique.

Quizás por este significado vinculado al amor, la tiara se ha convertido en la opción preferida por sucesivas princesas Bernadotte para coronar su cabeza el día de su boda. La primera en hacerlo fue la Princesa Brígida en 1961, a la que siguieron la Princesa Desirée en 1964, la Reina Silvia en 1971 y la Princesa Victoria en 2010. No obstante, la actual consorte también la ha utilizado en muchas otras ocasiones, sobre todo en importantes cena de gala y en varias ceremonias de los Premios Nobel.

Otra de las más utilizadas por la Reina Silvia es la Tiara Leuchtenberg, regalo personal de Napoleón Bonaparte a su hijastro Eugenio de Beauharnais, quien ostentaba el título de Duque de Leuchtenberg (de ahí el nombre de la pieza). Se trata de una joya de inspiración neoclásica con motivos florales y rematada por once zafiros que forma parte de un aderezo en el que se incluyen una gargantilla, un broche, unos pendientes y dos horquillas. Todo ello hecho igualmente a base de diamantes y zafiros.

Lo que hace realmente especial a esta joya es que es totalmente flexible: su diámetro se puede adaptar a la cabeza de su portadora gracias a que el conjunto está formado por once secciones separadas que se pueden quitar o poner. Eso sí, este diámetro no ha cambiado no ha cambiado durante los últimos cuarenta años, puesto que la única que la ha lucido ha sido la esposa del Rey Carlos XVI Gustavo.

Hay otras piezas que sin embargo sí ha cedido en más de una ocasión a sus hijas y muy especialmente a la Princesa Heredera. Es el caso de la Tiara Napoleónica, que si bien no perteneció estrictamente a la Emperatriz Josefina, sí acabó en manos de su hijo debido a que su dueña era Hortensia de Beauharnois (segunda hija de la esposa de Napoleón). Un diseño sin duda muy llamativo hoy en día pero muy propio de la época en que se creó.

A principios del siglo XIX, era muy frecuente que muchas damas adineradas recurriesen al acero pulido como ornamento de sus joyas en sustitución de las mucho más costosas piedras preciosas. Esta tiara sirve como ejemplo de ello, ya que está realizada con este material de manera combinada con oro y plata. Su decoración se basa en motivos vegetales que representan hojas de roble, bellotas, flores y plumas en su parte central.

Esta tiara estuvo perdida durante muchos años, hasta que la Reina Silvia la encontró en un armario del Palacio Real en la década de los 70 del siglo XX. Ordenó restaurarla y la estrenó por primera vez en 1979, durante una visita oficial a Austria. Desde entonces son contadas las veces que ha vuelto a ponérsela y sí son muchas más las ocasiones en las que la Princesa Victoria ha recurrido a ella.

Lo mismo ocurre con un conjunto de amatistas que la Emperatriz Josefina regaló a su hijo y a su nuera con motivo de su enlace matrimonial. En su versión original, se trataba de un aderezo que incluía una gargantilla con quince amatistas rodeadas de diamantes, dos pulseras, unos pendientes y dos broches. Pero lo cierto es que debido al gran tamaño de las amatistas que formaban la gargantilla, la pieza resultaba bastante incómoda.

Es por eso por lo que la Reina Silvia decidió modificar el conjunto: ordenó colocar la gargantilla sobre un marco rígido para usarlo como tiara (eliminando una de las amatistas, que pasó a ser una pieza independiente que puede ser usada como broche o como adorno para el pelo) y modificó los cierres de las pulseras para poder unirlas y usarlas como gargantilla. Unos cambios totalmente innovadores y reversibles, puesto que el conjunto puede ser usado de este modo o volver a reconstituirse en su versión original.

Como es de esperar, la Reina Silvia siempre ha utilizado la gargantilla de amatistas a modo de tiara y lo mismo han hecho sus dos hijas en repetidas ocasiones. Sin embargo, mientras que la consorte - tan aficionada a los excesos estilísticos - suele utilizar el conjunto completo, tanto la Princesa Victoria como la Princesa Magdalena han preferido usarlo por separado o combinarlo con otras joyas.

Las piezas de la Fundación Bernadotte

Todas las joyas mencionadas hasta el momento son propiedad de la Fundación Bernadotte, constituida por la Reina Victoria de Suecia poco antes de morir en 1930 con el objetivo de garantizar la conservación de las piezas en el seno de la Familia Real y evitar que se puedan vender. A falta de un registro de Joyas de la Corona como sí existe en Reino Unido o de una lista de 'joyas de pasar' como en el caso de España, esta fue la opción más viable para evitar mantener vinculadas las alhajas a la Corona.

La propia Reina Victoria hizo su contribución cediendo la Tiara Baden que recibió como regalo de sus padres con motivo de su enlace con el Rey Gustavo V de Suecia. Una joya que había pertenecido a su bisabuela, la Gran Duquesa María Pablovna de Rusia y que por eso tiene una forma inspirada en los tradicionales tocados rusos (kokoshnik).

Se trata de un modelo al estilo 'fringe' - muy popular entre la realeza - compuesto por una serie de 47 barras en forma de rombo alargado que van en disminución hacia los laterales. Todas estas barras están cuajadas de diamantes y separadas a su vez por otras barras más pequeñas, también de diamantes. Puede ser utilizado también como collar y sin duda es la pieza favorita de la Princesa Victoria, quien desde que se la puso por primera vez al alcanzar la mayoría de edad no ha dudado en convertirla en su comodín para las ocasiones especiales.

La suegra de la Reina Victoria, la Reina Sofía, también aportó parte de su joyero particular a la Fundación Bernadotte y entre todo el lote destaca la Tiara de las Nueve Puntas. Fue un encargo personal de su marido, el Rey Óscar II de Suecia, a una joyería berlinesa en 1860 y está realizada en diamantes de talla brillante, con nueve puntas rematadas con unos detalles que tratan de imitar al sol y sobre una base de filigranas clásicas.

A diferencia de la Tiara Leuchtenberg, caracterizada por su gran flexibilidad, la Tiara de las Nueve Puntas tiene una base rígida e inamovible que dificulta mucho su colocación en función del diámetro craneal de su portadora. La clave para poder lucirla está en encajarla en un peinado cardado, como hace la Reina Silvia con su característico estilo capilar. Quizás por eso a ella no le supone ninguna dificultad lucirla y, de hecho, esta tiara es una de sus predilectas.

Por el contrario, la que debido a sus grandes dimensiones - 12'5 centímetros de altura, 50 centímetros de largo y casi un kilo de peso - apenas utiliza la esposa del Rey Carlos XVI Gustavo es la Tiara Braganza. Una joya que, al igual que ella, tiene orígenes brasileños: fue un regalo del Emperador Pedro I de Brasil a su esposa en 1829, quien al morir sin descendencia se las legó a su hermana, la Reina Josefina de Suecia.

Junto a la Tiara Gran Ducal de Luxemburgo, es considerada una de las tiaras más grandes de Europa y está enteramente compuesta por diamantes brasileños engarzados en oro y plata. Pero, precisamente debido a sus proporciones, se suele usar únicamente en ocasiones muy importantes. En el caso de la Reina Silvia, la reserva para recibir a Jefes de Estado extranjeros en visita oficial o para posar en retratos. No obstante, hizo una excepción al lucirla en la boda de su hija, la Princesa Victoria, en 2010.

A pesar del gran valor económico que pueden llegar a tener todas estas joyas, ninguna de ellas iguala el valor simbólico que tiene una de las piezas más simples y sencillas de la colección Bernadotte: la Tiara de los Seis Botones. Al menos así se la conoce comúnmente, puesto que en realidad no está compuesta de botones, sino de rosetas de diamantes.

Concretamente se trata de seis rosetas de diamantes redondos rodeados a su vez de diamantes más pequeños en forma de flor y que proceden de la corona que utilizó el Rey Carlos XIV Juan de Suecia (primer monarca de la Dinastía Bernadotte) el día de su entronización en 1818. Pero, curiosamente, a pesar de llevar tanto tiempo en el joyero real, no fueron reutilizadas hasta la segunda mitad del siglo XX.

Lo que en un principio eran rosetas independientes, se adhirieron sobre una base de diamantes para conformar una tiara destinada a ser lucida por la Princesa Lilian de Suecia: esposa del Príncipe Bertil y tía del Rey Gustavo XVI Adolfo. La princesa de origen plebeyo la utilizó durante su longeva vida y tras su muerte quien más ha recurrido a ella ha sido la Princesa Victoria, por quien siempre sintió un gran cariño.

De regalos privados a joyas compartidas

Al margen de las tiaras pertenecientes a la Fundación Bernadotte, las mujeres de la Familia Real Sueca siempre han tenido sus propias joyas particulares que personalmente decidían si incluir en el lote familiar o transmitirlas a sus herederas a título privado. La primera en introducir este hábito fue Margarita de Connaught, primera esposa del Rey Gustavo VI Adolfo.

Con motivo de su boda en 1905, recibió como regalo de sus padres una tiara creada por la firma británica E. Wolf & Co con diamantes de diferente talla y que recibió el nombre de Tiara Connaught. Su forma imita a una guirnalda floral con ciclo bucles de los que cuelgan sendos diamantes en forma de lágrima. Una tiara que legó a su nuera, la Princesa Sybilla y que esta a su vez cedió a su hijo, el Rey Carlos XVI Gustavo para que la luciese su esposa, la Reina Silvia.

De hecho, fue la primera tiara que la entonces plebeya Silvia Sommerlath utilizó antes incluso de convertirse en consorte. En un gesto totalmente inusual en la realeza con las mujeres solteras, se le permitió lucirla en la gala que se celebró en la Royal Opera House de Estocolmo la noche antes de su boda en 1976. Al gozar del usufructo de la pieza (la propiedad sigue siendo de su marido), han podido utilizarla tanto ella como mayormente sus dos hijas.

También era propiedad de Margarita de Connaught la tiara de aguamarinas que utiliza con cada vez mayor frecuencia durante los últimos años su bisnieta, la Princesa Magdalena. Se trata de una joya formada por cinco aguamarinas inusualmente grandes colocadas entre cuerpos verticales de diamante que imitan en conjunto la forma del tradicional tocado 'kokoshnik' ruso.

Tras la muerte de la Princesa Sybilla, la tiara pasó a ser propiedad de su primogénita: la Princesa Margarita. La hermana mayor del Rey Carlos XVI Gustavo la utilizó recurrentemente durante su juventud e incluso se la prestó a su hija para que la luciese en su boda en 1998. Sin embargo, desde entonces la tiara no volvió a aparecer en público hasta que en 2010 la propia Princesa Margarita la eligió para acudir a la boda de la Princesa Victoria.

Durante estos años han corrido rumores de que el soberano sueco ha comprado la tiara a su hermana, pero desde la Casa Real siempre han negado esas informaciones. Sostienen que continúa siendo propiedad de la Princesa Margarita y que su deseo es que conserve en Suecia a disposición de cualquier otro miembro de la familia la necesite. Eso sí, cada vez que la mayor de las Princesas de Haga vuelve a su país natal para algún evento familiar, solo ella puede utilizarla. La última vez fue durante la boda del Príncipe Carlos Felipe y Sofía Hellqvist en 2015.

Como no podía ser menos, la Reina Silvia también tiene su propia tiara: la Tiara Fringe moderna. Fue un regalo de su marido por su décimo aniversario de boda (1989) y recibe este nombre porque está inspirada en cierto modo en las clásicas tiaras 'fringe', aunque con ligeras modificaciones: no contiene únicamente las púas verticales que imitan los rayos del sol, sino que en este caso combina esas púas con otros elementos en forma de espiga y flores de lis.

Esta tiara puede ser utilizada como gargantilla y, a decir verdad, quien más la ha utilizado tanto de una manera como de otra ha sido la Princesa Magdalena. Siempre ha tenido un cariño especial a esta joya y la eligió como tiara nupcial el día de su boda con Chris O'Neil en 2013. Lo que en ese momento no se sabía era que la elección no había sido casual.

Tal y como la propia Casa Real desveló tiempo después, la tiara fue el regalo de boda de los Reyes de Suecia a su hija. Quizás para que el día de mañana no esté en "desventaja" respecto a su hermana mayor, quien tendrá a su disposición todas las joyas de la Fundación Bernadotte. De este modo, la Princesa Magdalena podrá contar siempre con la Tiara Fringe moderna a su disposición y, de hecho, es la que utiliza casi siempre.

Quien durante mucho tiempo no ha tenido acceso al joyero real ha sido la Princesa Sofía, esposa del hijo menor de los reyes. Muchos expertos aseguran que sus cuñadas han sido quienes le vetaban el acceso a las tiaras, pero progresivamente se ha visto cómo poco a poco ha ido utilizándolas. Eso sí, su predilecta es la tiara que le regalaron sus suegros el día de su boda.

Se trata de un diseño extremadamente sencillo en comparación con el resto de alhajas de las Bernadotte. Originalmente era una gargantilla con formas que representaban a hojas de palma y coronadas por esmeraldas que pertenecía al joyero particular de la Reina Silvia. Sin embargo, cuando se anunció el compromiso del Príncipe Carlos Felipe con Sofía Hellqvist, la reina decidió reconvertir su gargantilla en una tiara y regalársela con motivo del enlace.

La principal innovación que se introdujo con la modificación fue que las esmeraldas originales pueden ser ahora sustituidas por otras piedras preciosas. De modo que desde que la estrenase en su boda, la Princesa Sofía ha ido cambiando las esmeraldas por diamantes, perlas y turquesas en función del color del vestido que llevase. Sin duda, un nuevo foco de brillo y esplendor para el impresionante joyero de la Familia Real Sueca, el cual lejos de quedarse anticuado, se renueva y amplía con los años.

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