EL PEOR MOMENTO

La retirada del Príncipe Andrés hace revivir la peor crisis que sacudió a la Familia Real Británica

El Duque de York ha provocado un escándalo de grandes proporciones que se queda en nada si se compara con la abdicación de Eduardo VIII en 1936.

Guillermo Álvarez Corrales 21 Noviembre 2019 en Bekia

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La Reina Isabel sufrió mucho en 1952 cuando perdió a su padre, el Rey Jorge VI, que le dejaba sin un progenitor y al mando de la Monarquía cuando todavía no estaba preparada para ello. Lo pasó mal cuando su matrimonio hacia aguas en los años 50 del siglo XX. 1992 fue un annus horribilis con las separaciones del Príncipe Carlos y Lady Di, la de los Duques de York y el divorcio de la Princesa Ana y el Capitán Mark Phillips, sumado al pavoroso incendio que afectó al Castillo de Windsor.

La Monarquía vivió una enorme crisis en 1997 con la muerte de Diana de Gales. No solo hubo que afrontar que los Príncipes Guillermo y Harry habían perdido a su madre y pasarían toda su vida con una pena que nunca terminará, sino que la ciudadanía no perdonaba la falta de sensibilidad de la Reina Isabel, que finalmente entendió que tenía que mostrar un gesto. Hizo la reverencia ante el ataúd de Diana de Gales en un funeral con todos los honores y le dedicó unas bonitas palabras en un mensaje televisado. En 2002 perdió a su madre y su hermana en un corto espacio de tiempo, lo que a buen seguro recuerda como uno de los peores momentos de su vida.

Algunas de estas crisis y desgracias han sido personales para la Reina, mientras que otras han podido crear problemas de mayor calado. Todo ha sido superado por los Windsor, una dinastía que sabe renacer de sus cenizas y que hace todo lo posible por sobrevivir, como hizo el Rey Jorge V precisamente abandonando el apellido Sajonia-Coburgo-Gotha para inventarse el Windsor para evitar que el sentimiento antialemán generado en el pueblo británico durante la I Guerra Mundial afectara a la Familia Real.

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2019 no ha sido un año fácil para Buckingham Palace, y lo peor ha llegado cuando un acorralado Duque de York ha tenido que apartarse de los actos oficiales por el escándalo del Caso Epstein y tras la desastrosa entrevista concedida para BBC con la que buscaba limpiar su imagen y que generó el efecto contrario. El 20 de noviembre de 2019 envió un comunicado en el anunciaba que se retira de la vida pública y en la que se pone a disposición de la justicia para colaborar en la investigación del citado caso, que no puede cerrarse a pesar de que su examigo, Jerry Epstein, acusado de crear una red de tráfico sexual de menores, se suicidó en agosto de 2019 en su celda.

La abdicación de Eduardo VIII causó una crisis institucional

Los cimientos de Buckingham Palace vuelven a tambalearse ante una decisión histórica que sirve para ayudar a la Corona a recuperarse del daño causado por el Príncipe Andrés, acusado de abusos sexuales, y recuerdan, aunque sea mínimamente, a la gran crisis que vivió la Monarquía cuando el 10 de diciembre de 1936 Eduardo VIII abdicó tras menos de un año como Rey y sin haber sido coronado.

El tío de Isabel II renunció a la Corona para casarse con Wallis Simpson, una divorciada de Estados Unidos a la que nunca habría podido hacer Reina. El momento no habría podido ser peor, con una Europa preparándose para lo que ocurriría menos de tres años después: el estallido de la II Guerra Mundial. El entonces Duque de York, el Príncipe Alberto, asumió el Trono y colocó a la Princesa Isabel en el primer lugar en la línea sucesoria.

Esa abdicación llevó a que Elizabeth Windsor fuera Reina 16 años más tarde, pero también desató una crisis institucional que casi acaba con la Monarquía, salvada por el talante de un Jorge VI (así se hizo llamar el Príncipe Alberto como Monarca), que nunca quiso ni esperó reinar y al que le tocó llevar las riendas del país durante la II Guerra Mundial, la etapa más negra de la historia.

Su sobrino nieto Andrés no ha provocado una crisis constitucional como hizo el Duque de Windsor, pero el huracán creado ha sido tan grande y ha afectado tanto a la imagen de la Monarquía, que a buen seguro Isabel II, llena de dolor por la caída en desgracia de su hijo favorito y por tener que lidiar con algo así en sus últimos años de reinado y de su vida, se ha acordado de su tío, el filonazi que casi se carga a la Monarquía más emblemática del mundo. Ha recordado siempre una crisis que si alguna vez olvidaba, ya tenía a sus asesores para hacerle ver que cualquier paso en falso podía llevar a la dinastía al borde del precipicio como en aquel aciago 1936.

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