Luxemburgo se ha vestido de gala para acoger uno de los acontecimientos más relevantes de su historia reciente: la proclamación de Guillermo de Luxemburgo como nuevo Gran Duque. El acto, celebrado en el Palacio Gran Ducal, ha reunido a representantes de las casas reales vecinas en un auténtico cónclave royal que ha captado la atención internacional.
La ceremonia comenzó con la llegada de los invitados al palacio, donde Enrique de Luxemburgo, aún jefe de Estado, recibió uno a uno a los asistentes acompañado por su esposa, María Teresa. Visiblemente emocionado, Enrique firmó su renuncia ante los miembros del Gobierno, su familia y los representantes reales, dando paso al juramento de su hijo Guillermo como nuevo soberano del país.
Como dicta la tradición, solo las casas reales que comparten frontera con Luxemburgo fueron invitadas al evento. Por ello, destacaron las presencias de Guillermo, Máxima y Amalia de los Países Bajos, así como Felipe, Matilde y Elisabeth de Bélgica. La ausencia de otras monarquías europeas, como la española, responde a una norma no escrita que delimita la lista de invitados en este tipo de actos institucionales.
El estilismo de las royals no pasó desapercibido. Máxima de Holanda apostó por uno de sus colores fetiche, el verde, en un vestido con lazada al cuello y cinturón joya, rematado con un abrigo marrón y guantes a juego. Su hija, Amalia, debutó en este tipo de ceremonias con un conjunto burdeos de vestido ceñido y abrigo capa, que fue muy comentado por su elegancia y sobriedad.
Desde Bélgica, Matilde lució un vestido burdeos de líneas sencillas con cuello estructurado, acompañado de bolso y zapatos a juego. La heredera Elisabeth rompió con la paleta otoñal y apostó por el azul, en un vestido con mangas originales que destacó por su frescura y clasicismo.

El momento culminante llegó con la entrada de Guillermo y Estefanía de Luxemburgo. El nuevo Gran Duque, siguiendo el protocolo, vistió uniforme militar, mientras que su esposa eligió un vestido malva con mangas semitransparentes y pedrería en la parte superior, en un look que combinaba solemnidad y modernidad.
Un relevo con emoción y tradición
La proclamación de Guillermo como Gran Duque marca el inicio de una nueva etapa en la historia del ducado. El acto, breve pero cargado de simbolismo, ha reforzado los lazos con las casas reales vecinas y ha mostrado una imagen de continuidad institucional. Enrique, que cierra su reinado con serenidad, ha cedido el testigo a su hijo en un gesto que ha sido aplaudido por todos los presentes.