Galería: La Infanta Elena en imágenes
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La periodista y escritora Pilar Eyre, una de las voces más influyentes y veteranas en información sobre la Casa Real, ha desvelado un episodio desconocido que habría marcado para siempre el futuro institucional de la Infanta Elena. Según relata, el Rey Juan Carlos habría pedido expresamente a Adolfo Suárez que su hija mayor quedara apartada de la línea sucesoria durante la redacción de la Constitución de 1978.
Eyre sitúa la escena en una conversación privada entre el entonces Presidente del Gobierno y el monarca, en la que Juan Carlos I, con gesto serio y un mechón de pelo trenzado entre los dedos, un tic nervioso habitual en él, según la periodista, lanzó dos peticiones clave para la nueva Carta Magna. La primera, la inviolabilidad del Rey. La segunda, mucho más personal: excluir a la Infanta Elena de cualquier posibilidad de reinar. "Mi hija mayor no está en condiciones de reinar", habría dicho el Monarca. Suárez intentó replicar, apelando a los nuevos tiempos y a la igualdad, pero el Rey zanjó la conversación con uno de sus célebres arranques de carácter: "¡Elena no puede reinar y punto en boca!".
Aquella petición quedó reflejada en el artículo 57 de la Constitución, que estableció la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al trono. Un precepto que, según Eyre, dejó a la Infanta Elena en una posición secundaria desde su nacimiento, reforzando una sensación de desplazamiento que la acompañó durante toda su vida.
La periodista describe a la primogénita de los Reyes como "el patito feo" de la familia, la niña a la que costaba seguir el ritmo escolar, que necesitó profesores particulares y que acabó en un centro menos exigente. Una adolescente que acudió a una psicóloga argentina acompañada por Sabino Fernández Campo porque, según Eyre, nadie parecía tener tiempo para ella. Incluso su aspecto era motivo de preocupación en Zarzuela: Juan Carlos habría llegado a decirle a la Reina Sofía que, si no la vestían de otra manera, "no la iban a casar nunca".
Su boda con Jaime de Marichalar, celebrada en Sevilla, tampoco estuvo exenta de momentos incómodos. Eyre recuerda cómo la Infanta tropezaba con el velo mientras su padre, con el brazo roto tras un accidente de esquí, contenía el dolor entre juramentos. La relación de Marichalar con la familia tampoco fue fácil. La periodista relata una escena en el Club de Polo de Barcelona en la que el entonces Duque de Lugo permanecía apartado, serio, vestido de manera impecable mientras el resto de la familia, en ropa sport, celebraba los logros hípicos de Elena. Nadie le dirigía la palabra.
A pesar de los problemas matrimoniales, cuando la Infanta expresó su deseo de separarse, Juan Carlos se opuso frontalmente. Según Eyre, el Rey llegó a decirle a su médico de confianza: " Una mujer separada, en España, socialmente se convierte en un cero a la izquierda ". Cuando le preguntaron qué debía hacer una pareja que no se llevaba bien, respondió: " Aguantar y joderse, como hemos hecho todos ". Finalmente, en 2007 se anunció un "cese temporal de la convivencia" y en 2010 llegó el divorcio civil, aunque nunca solicitaron la nulidad eclesiástica, lo que, dada la profunda religiosidad de Elena, condiciona su vida sentimental.
La relación con su madre tampoco ha sido sencilla. Eyre sostiene que la Reina Sofía siempre fue más fría con sus hijas y que Elena nunca sintió verdadera afinidad con ella, especialmente por la inclinación espiritual de la Reina hacia creencias esotéricas y fenómenos sobrenaturales.
El confesor al que Elena llama cada día
En cambio, la Infanta mantiene desde hace años una relación estrechísima con su padre. Lo llama a diario, según la periodista, más para contarle sus propios problemas que para escuchar los suyos. Un amigo del Rey habría descrito a Juan Carlos como "maravilloso para escuchar y consolar a las mujeres", encantado con ese papel de confesor que ejerce durante largas conversaciones telefónicas.

