Galería: Anabel Pantoja, la prima más famosa
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Lo que debía ser un día de alegría y celebración para Anabel Pantoja acabó convirtiéndose en el reflejo de la guerra fría que se vive entre dos de las personas más importantes de su vida: su madre, Merchi, y su pareja, David Fernández. La fiesta por el primer cumpleaños de la pequeña, organizada en Madrid, evidenció que la relación entre ambos atraviesa un punto de no retorno.
Según avanzó Luis Pliego, director de Lecturas, en 'El tiempo justo', la tensión fue palpable desde el inicio. Merchi, que suele viajar cada semana desde Sevilla para ayudar a su hija con la niña, evitó dormir en el piso de Anabel y pasó la noche previa en casa de una amiga. Durante la celebración, la situación fue aún más evidente: " No se saludaron, no hablaron y se esquivaron durante toda la fiesta ", aseguró Pliego.
El distanciamiento entre suegra y yerno no es nuevo. Antonio Rossi recordó que todo se remonta al ingreso hospitalario de la pequeña y a la posterior investigación judicial. La familia responsabilizó a David de parte de lo ocurrido y él, consciente de las sospechas, habría impulsado un informe para desacreditar la causa, un documento que firmó él pero no Anabel. Desde entonces, la comunicación entre Merchi y David es nula.
La dinámica familiar se ha convertido en un auténtico rompecabezas. Lo habitual es que cuando David llega desde Córdoba para pasar el fin de semana en Madrid, Merchi regrese a Sevilla para evitar coincidir bajo el mismo techo. En esta ocasión, la celebración del cumpleaños obligó a compartir espacio, pero ni siquiera un día tan señalado consiguió suavizar las diferencias.
Un cumpleaños empañado
La fiesta, que pretendía ser una celebración íntima y feliz, terminó convertida en el escenario perfecto para confirmar lo que la revista Lecturas detalla en su exclusiva: la relación entre Merchi y David está rota. Ni las fotos, ni los gestos, ni las palabras consiguieron disimular el malestar. La tensión empañó el primer cumpleaños de la hija de Anabel Pantoja y dejó claro que la herida familiar sigue abierta y cada vez más enquistada.
