En su libro 'Deséenme un buen viaje', la periodista y escritora Gina Montaner reconstruye con lucidez el proceso de despedida de su padre, el intelectual cubano Carlos Alberto Montaner. No hay una manera fácil de escribir sobre la muerte. Mucho menos cuando se trata de la muerte de un padre. Y menos aún cuando esa muerte ha sido decidida. Sin embargo, Gina Montaner, periodista, escritora y exiliada cubana como lo fue su familia, ha conseguido convertir una vivencia brutalmente íntima en un libro sereno, claro y profundamente humano.

'Deséenme un buen viaje' no es solo una memoria personal, es también el relato de un proceso complejo: el acceso a la Ley de eutanasia en España, una ley joven, aún llena de prejuicios, obstáculos administrativos y silencios sociales. Pero por encima de eso, es la historia de un acompañamiento. El relato de cómo una familia decide no mirar hacia otro lado y caminar, paso a paso, con su padre hasta el final.
Un final elegido: el acto último de libertad
Carlos Alberto Montaner fue, a lo largo de su vida, un referente del periodismo de opinión, un escritor y un defensor incansable de las libertades personales. Su lucha contra las dictaduras, primero en Cuba y luego en diversos países de América Latina, lo posicionó como uno de los más importantes intelectuales del exilio cubano. A lo largo de sus escritos, tanto en libros como en artículos de prensa, defendió la democracia, la libertad de expresión y, sobre todo, la autonomía individual. En sus intervenciones públicas, Montaner subrayó una y otra vez que la libertad no era solo la capacidad de elegir entre diversas opciones en la vida política y social, sino también la libertad de decidir sobre los momentos más íntimos y trascendentales de la existencia, como lo es la muerte.

Esta defensa incansable de la libertad no se limitaba al ámbito político o social. En su caso, se extendió también al derecho más fundamental y personal de todos: el derecho a decidir sobre cómo y cuándo morir. Cuando fue diagnosticado con la parálisis supranuclear progresiva, una enfermedad neurodegenerativa que lo dejaría sin habla, inmovilizado y sin capacidad para reconocer a sus seres queridos, la decisión de acogerse a la eutanasia fue, en muchos sentidos, coherente con su vida de lucha y principios. A pesar de lo difícil de la situación, para él, como para tantos otros, la eutanasia no era un acto de desesperación, sino una forma de reafirmar su derecho a elegir.
En los últimos meses de su vida, Montaner se vio enfrentado a la devastadora perspectiva de perder progresivamente sus facultades. En sus últimas semanas, Carlos Alberto experimentó lo que él mismo describió como "la muerte en vida" : un proceso implacable en el que su cuerpo ya no respondía, pero su mente seguía intacta. Este proceso de deterioro fue uno de los puntos cruciales que lo llevó a pedir a su hija Gina y a su esposa, que lo acompañaran en su última decisión: la eutanasia.

"No quiero llegar a un punto en el que no pueda ni hablar ni moverme", le dijo Carlos Alberto a Gina en una conversación, meses antes de que la eutanasia fuera realizada. Él expresó en varias ocasiones que la idea de una vida sin palabras, sin la posibilidad de comunicarse, le parecía una forma de "muerte anticipada". Su decisión, en este sentido, fue un acto de coherencia con su vida : un acto de resistencia contra la muerte física que llegaba, pero en sus propios términos.
El cuerpo como cárcel
Durante esos meses de lucha, Gina se vio obligada a asumir un papel de cuidadora, pero también de enfermera emocional. A pesar de su trabajo como periodista, la escritura quedó relegada a un segundo plano. No pudo centrarse en la escritura, pues todo su tiempo y energía estaban volcados en acompañar a su padre en ese proceso de deterioro físico y emocional. La idea de escribir no surgió hasta mucho después, cuando ya había pasado el momento más intenso del dolor. El cuidado de su padre y el proceso burocrático absorbían por completo su tiempo y su energía. Pero aún en medio del desgaste, había momentos de intimidad y comprensión que la autora describe con gran delicadeza.

"Había dos frentes: por un lado, estaba todo el tema del cuidado y que tuviera calidad de vida. Y por otro lado, luchar en todo lo que fue la parte burocrática, la parte del trato con los médicos. Entonces, en ese sentido, fue un desgaste", recuerda Gina. Las visitas médicas y los trámites administrativos se convirtieron en una prueba más de resistencia, que no solo minaba la energía física de la familia, sino que también ponía a prueba sus fuerzas emocionales. "Fue muy desgastante", admite Gina. Y aunque la situación parecía estar fuera de su control, el amor incondicional de una hija por su padre los mantenía unidos en ese proceso tan difícil.
El testamento vital: una herramienta para garantizar la voluntad
Uno de los elementos que permitió que Carlos Alberto Montaner pudiera acceder a la eutanasia fue su testamento vital. El testamento vital es un documento legal que especifica qué tipo de cuidados y procedimientos médicos desea recibir una persona en caso de estar gravemente enferma y no poder expresar su voluntad. Este documento, firmado en plenas facultades por el escritor, le permitió dejar claro su deseo de no prolongar su sufrimiento, y que en caso de llegar a una situación irreversible, su voluntad fuera respetada. "Es un documento que muy pocos conocen, pero debería estar en la agenda de todas las familias", defiende Gina. El testamento vital no solo regula la opción de la eutanasia, sino también otras decisiones importantes sobre el final de la vida, como la reanimación o los cuidados intensivos. "Mi padre quiso dejarlo claro. No quería prolongar el sufrimiento. Y gracias a ese documento, su voluntad fue respetada".
Gina, consciente de lo difícil que puede ser tomar decisiones en situaciones límite, ha seguido el ejemplo de su padre y ha firmado su propio testamento vital. "Yo también lo tengo firmado". Es una manera de tomar decisiones ante cosas que pueden ocurrir, y que tu familia no tenga que tomar a veces decisiones que son muy duras, porque ya tú las has estipulado en un documento", reflexiona.
Una muerte serena: la despedida de un padre
Finalmente, el 29 de junio de 2023, Carlos Alberto Montaner falleció en su hogar, rodeado por su familia. La eutanasia fue llevada a cabo por un equipo médico en la intimidad de su hogar, tal como él había solicitado. Fue una muerte asistida, pero también elegida y respetada.
Gina lo acompañó hasta el último segundo. "Le di la mano. Le hablé. Le dije cuánto lo quería. Fue un momento muy duro, pero también muy hermoso. Pocas veces el amor se expresa con tanta verdad como en una despedida así". No hubo agonía. No hubo dolor innecesario. Hubo consentimiento, paz y un profundo respeto por la vida que se apaga. "Si estuviera en una situación como la de mi padre o parecida, no tengo duda de que haría lo mismo. Además, yo acompañé a mi padre junto a mi hermano y mi madre en su último día. Se le practicó la muerte asistida, la eutanasia en la intimidad de nuestra casa con un equipo médico formidable de la sanidad pública. Estuve con él en el momento en que él se fue de este mundo y lo vi. Si me tocara algo como lo que le tocó a él, yo también lo haría."
El cine como refugio
Durante los últimos meses, el cine se convirtió en refugio. Carlos Alberto, gran amante del séptimo arte, veía una película cada noche junto a su hija. "Él leyó hasta el final también, pero le costaba mucho porque pierde el movimiento ocular. El disfrute de leer el libro se le complicó mucho y, en ese sentido, el cine me parece un arte. Me sorprende que la gente no vaya más al cine.", explicaba Montaner.
El cine, más allá de ser una simple distracción, se transformó en una forma de mantener vivo un vínculo emocional que la enfermedad intentaba destruir. Las películas no solo representaban su amor por el arte, sino también una forma de seguir conectado con el mundo, de mantener su mente alerta y activa en medio del lento y doloroso proceso de la enfermedad.
"Era un momento de unión, de alegría, de pausa. Elegíamos una película y la veíamos juntos. A veces nos reíamos. A veces llorábamos. Era nuestro espacio".
Para Gina, esos momentos compartidos frente a la pantalla fueron una de las formas más profundas de acompañar a su padre en su despedida. No se trataba solo de ver una película, sino de crear juntos un espacio en el que, por unas horas, el sufrimiento quedaba suspendido y lo que prevalecía era el amor y la complicidad.

"Mi padre era muy cinéfilo. Nos llevaba mucho al cine y luego yo, en mi adolescencia, también conocí a mucha gente vinculada al cine. Mi hermano acabó en el sector de fotografía, él es el que toma la foto de la portada del libro cuando tiene 15 años, que es una foto preciosa, en un viaje que hicimos en Israel los cuatro: con mis padres, mi hermano y yo. Él toma esa foto."Una foto sencilla y poderosa, que ahora ilustra el último viaje de un hombre que eligió despedirse sin miedo.
El legado de una voz: el archivo en la Universidad de Miami
Tras su muerte, los archivos y manuscritos de Carlos Alberto Montaner fueron depositados en la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami, una colección que preserva los trabajos de los intelectuales y escritores del exilio cubano. Allí descansan sus escritos, sus libros, y su legado intelectual, incluido todo lo relacionado con su lucha por la libertad y su defensa del derecho a la eutanasia. "Estamos pensando en hacer una recopilación de algunos de sus escritos sobre todo lo que era su defensa sobre la libertad que incluye también, por supuesto, la defensa de las libertades individuales como es el caso, por ejemplo del derecho a la eutanasia", dice Gina.
Este archivo no solo será un testimonio de su obra, sino un legado que permitirá a las futuras generaciones entender mejor las complejidades de su lucha. La vida de Carlos Alberto fue un reflejo de las realidades políticas y sociales de su tiempo, y su archivo es un recurso de valor incalculable para historiadores, académicos y cualquier persona interesada en la historia reciente de América Latina, Cuba y la lucha por la libertad. A través de su legado intelectual, se mantiene viva una conversación sobre la importancia de los derechos humanos, tema que sigue siendo tan relevante hoy como lo fue cuando él lo defendió en vida.
Además, el legado de Carlos Alberto Montaner no solo reside en sus escritos, sino en las conversaciones que sus ideas continúan suscitando. Desde su exilio, a pesar de las distancias geográficas, su influencia sigue siendo notable entre quienes luchan por una Cuba libre y democrática. Su pensamiento sigue alimentando debates en círculos académicos, políticos y filosóficos, pues sus reflexiones sobre la libertad individual, la autodeterminación y los derechos humanos siguen siendo luz en tiempos de incertidumbre.
Gina Montaner: la voz que continúa
Hoy en día, Gina Montaner sigue escribiendo, como periodista y columnista en El Mundo, y continúa defendiendo los valores que su padre defendió a lo largo de su vida la política, el exilio, los populismos, la libertad. "Como columnista y como exiliada cubana siempre defenderé la libertad, los derechos humanos, y la democracia donde sea que tenga la oportunidad de hacerlo y, además, contra gobiernos autoritarios tanto de izquierdas como de derechas", afirma.
Gina no solo ha heredado el legado de su padre en términos de su lucha política y social, sino también en su profunda reflexión sobre la vida y la muerte. En su libro, ella abre una conversación sobre la importancia de entender y respetar los derechos de los demás, especialmente en momentos tan cruciales como el final de la vida. Para Gina , el derecho a decidir sobre nuestra propia existencia no es un privilegio, sino una cuestión fundamental de libertad y dignidad. La eutanasia, lejos de ser un acto controversial, es, en su opinión, un acto profundamente humano que da a las personas la posibilidad de evitar el sufrimiento innecesario y de morir con la misma dignidad con la que vivieron.

La muerte debe ser tan natural como la vida misma, y tener el derecho de decidir cómo y cuándo morir es una extensión de nuestra autonomía.
Su experiencia vital le ha dado una claridad que traspasa las páginas del libro. Ha aprendido que la muerte no es el fin y que, acompañar hasta el final, es una forma de amar.
La decisión de contar
Durante los meses más difíciles del proceso, Gina Montaner confiesa que no pensó en escribir. Estaba completamente absorbida por el cuidado de su padre, una tarea que requería su atención constante y su esfuerzo físico. El día a día se convirtió en un desafío burocrático y emocional: no solo se trataba de mantener la calidad de vida de su padre, sino también de luchar contra un sistema que, en muchas ocasiones, no estaba preparado para ofrecer el acompañamiento empático que la situación demandaba.
Sin embargo, una semana antes de su muerte, su padre, Carlos Alberto Montaner, le dejó una reflexión que marcaría un antes y un después en su proceso: "Es el deber de los vivos contar vuestra historia". Estas palabras quedaron grabadas en su mente, aunque en ese momento, el dolor y el desgaste emocional hicieron que la idea de escribir pareciera lejana e inalcanzable.
"No quise hablar mucho con él sobre eso, era demasiado emotivo para mí. Él murió el 29 de junio de 2023 y a finales de agosto yo tuve una reunión con mi editor de Planeta América, con Cristóbal Pera, y hablamos de la posibilidad de escribir el libro. De esa conversación ya me fui con la idea más clara de lo que quería escribir y cómo quería escribirlo", recuerda. La idea del libro ya estaba clara, quería escribir con honestidad, sin convertir el dolor en espectáculo ni la muerte en mensaje político.

" El libro no es un alegato a favor de la eutanasia. Es el testimonio de lo que nosotros vivimos. Pero sí defiendo el derecho a decidir, porque eso fue lo que mi padre eligió: morir con dignidad, cuando todavía era él mismo."
El proceso de escribir, aunque inicialmente lejano, se convirtió en una necesidad. La decisión de contar la historia fue una forma de preservar la memoria de su padre, de poner en palabras el sufrimiento y la dignidad con los que enfrentó su enfermedad, y, al mismo tiempo, de proporcionar una reflexión sobre el derecho a decidir sobre el propio final.
Un mensaje para todos
Cuando le pregunto qué espera que quede de su libro, Gina lo resume con una frase: "Es una historia de amor". Amor a su padre. Amor a su familia. Amor a la libertad. Y amor, también, a la vida entendida en su totalidad, con sus comienzos y sus finales. No es un libro que busque convencer. No hace proselitismo. Es un testimonio. Un relato real sobre lo que significa morir con dignidad, pero también sobre lo que significa vivir acompañando y amar sin condiciones 'Deséenme un buen viaje' es una invitación a conversar. A pensar. A acompañar.
Y, sobre todo, a no tener miedo de mirar la muerte a los ojos.