Julian McMahon, uno de los rostros más icónicos de la televisión de los 2000, murió el pasado 2 de julio en Clearwater, Florida a los 56 años. Aunque su familia ya había comunicado que el actor falleció tras una "valiente batalla contra el cáncer", esta semana se ha revelado el diagnóstico oficial: metástasis pulmonar provocada por un cáncer metastásico de cabeza y cuello.

El informe, emitido por la Oficina del Médico Forense del condado de Pinellas, confirma que el fallecimiento fue natural y que sus restos fueron incinerados poco después. McMahon nunca hizo pública su enfermedad, ni siquiera en sus últimas apariciones, donde ya se le veía visiblemente desmejorado. En un mundo donde todo se comparte, eligió la discreción. "Hay batallas que son demasiado personales para hacer espectáculo", dijo en una entrevista sobre su personaje en 'Nip/Tuck'. Hoy, esa frase cobra un nuevo significado.
La noticia ha generado una nueva ola de homenajes. Alyssa Milano, su compañera en 'Embrujadas', escribió: "Julian era mágico. Esa sonrisa, ese talento. Me hizo sentir vista como mujer y segura como actriz. Era más que mi esposo televisivo, era un gran amigo". También Brooke Burns, su primera esposa y madre de su hija Madison, compartió una foto familiar con el mensaje: "Descansa en paz".

McMahon había seguido trabajando hasta el final. En marzo de 2025 presentó 'The Surfer' junto a Nicolas Cage en el festival SXSW, y su último papel fue en 'The Residence', serie de Netflix donde interpretó al primer ministro australiano, como homenaje a su padre. Su compromiso con el trabajo se mantuvo intacto, incluso en medio de la enfermedad.
Un adiós sin ruido
La causa de la muerte de Julian McMahon revela no sólo la dureza de su lucha, sino también su decisión de vivirla con dignidad y lejos del foco mediático. Su legado queda intacto: personajes complejos, carismáticos y humanos que marcaron a toda una generación.