Álvaro Morata y su esposa, Alice Campello, han vivido semanas de angustia tras recibir una serie de amenazas graves dirigidas tanto al futbolista como a sus cuatro hijos. Todo comenzó tras el fallo de Morata en un penalti durante la final de la UEFA Nations League contra Portugal el pasado 8 de junio. Las críticas hacia el delantero no tardaron en llegar, pero algunas fueron mucho más allá del ámbito deportivo. Ahora, la Policía Nacional detuvo en Málaga a un joven de 19 años como presunto autor de los mensajes amenazantes.
Fue la propia Alice Campello quien denunció públicamente la situación al compartir algunos de estos mensajes en sus redes sociales: " Voy a matar a tu marido como lo vea por la calle. Que empiece a vigilar por dónde anda, no lo voy a dejar ni un solo momento solo, a los niños igual, los voy a matar con mis propias manos, espero que no sobreviva nadie". Ante el alcance de estas amenazas, la familia no dudó en tomar medidas legales.
La Sección de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional inició una investigación y, tras rastrear el origen de los mensajes, logró identificar que habían sido enviados desde una cuenta personal ubicada en Málaga. Aunque el sospechoso se presentó voluntariamente dos días después en la Comisaría Provincial alegando que su cuenta había sido hackeada, el análisis forense del dispositivo reveló pruebas concluyentes que confirmaban su autoría.

Las autoridades no han pasado por alto la gravedad del caso y han lanzado una advertencia sobre el auge del odio digital, especialmente hacia figuras públicas. En un comunicado oficial, la Policía ha señalado que " estos comportamientos se han vuelto habituales en sectores como el deportivo, facilitados por el anonimato que ofrecen las redes sociales y la velocidad con la que se propagan".
Morata y Alice no son los únicos
El caso de Morata y Campello, no ha sido el único en este ámbito y no solo pone sobre la mesa el acoso en el deporte, sino también los peligros que enfrentan las familias de los profesionales en el mundo digital. Una situación límite que ha hecho saltar las alarmas sobre la necesidad de reforzar la protección contra los delitos de odio en internet.