A sus 26 años, el actor ha dado un verdadero salto con su interpretación de Gervasio Deferr en El gran salto, la nueva serie de Atresplayer. Se trata de su papel más exigente hasta la fecha. Casas se sometió a un régimen extremo para ganar masa muscular, con una ingesta diaria de más de 4.000 calorías, entrenamientos dobles de dos horas y prácticas reales de gimnasia artística en el Centro de Alto Rendimiento. Poco después, tuvo que perder todo ese volumen en apenas tres semanas, reduciendo su dieta a una lata de atún al día. "Fue una locura", confiesa. " Cada personaje te obliga a mirarte dentro. Con Gervi entendí más quién soy, lo que me falta por conocer y lo que me queda por vivir", afirma.
En paralelo, Casas ha trabajado también en Ídolos, una película ambientada en el universo de MotoGP en la que comparte protagonismo con Ana Mena. Más allá de lo profesional, el proyecto marcó el inicio de una relación sentimental. "Ana es muy humilde. Siempre me preguntaba todo, tanto en lo personal como en lo profesional", cuenta. "Es inteligente, tiene arte... y además actúa increíblemente bien. Va a sorprender a mucha gente ", asegura. Lejos de querer atención mediática, Casas defiende su derecho a la privacidad: "Intento vivirlo con la mayor normalidad posible. No tengo Twitter ni Instagram en el móvil".
Hablar de Óscar Casas sin mencionar a su hermano Mario es prácticamente imposible. "Mario es mi maestro. Se lee todos los guiones que me llegan, junto con mi madre. Si él no ve claro un papel, no lo hago ", admite. Lejos de incomodarle, Casas se siente agradecido por las constantes comparaciones: "Tengo al mejor actor de España en casa. ¿Cómo no me van a comparar? Estoy donde estoy gracias a él y a todo lo que me enseña". El vínculo entre ambos va más allá del ámbito laboral, son inseparables. " Su consejo más importante es que no actúe, que sea. Que me convierta en el personaje y lo dé todo. Y eso intento cada día", reconoce.
Crecer ante los focos
Con solo seis años, Óscar ya estaba delante de una cámara. Su primer trabajo fue en 2005, y poco después interpretó al icónico niño enmascarado de El orfanato. "Pasaba cuatro horas en maquillaje y los otros niños se asustaban al verme. Les decía que era yo, pero salían corriendo", recuerda. Desde entonces ha recorrido un largo camino, enfrentándose a los desafíos de crecer en la industria. Su infancia no fue sencilla: hiperactivo, inquieto, difícil de manejar. " Mi madre lo pasó muy mal porque no paraba. Pero en un set de rodaje, toda esa energía se canalizaba ", confiesa.
A pesar de los focos, los halagos y las cámaras, Óscar Casas mantiene una actitud serena frente a la fama. Rehuye los excesos, no se deja arrastrar por el ruido de las redes sociales y se apoya constantemente en su núcleo familiar. "Lo evito un poco, sobre todo por los móviles. Te graban todo el rato y luego lo suben a TikTok. Eso raya", dice. Para mantener la cordura, se impone una regla: no liarla. "Soy un chaval joven y claro que puedo liarla, pero lo hago con mis amigos, en casa y en familia ". "Mi madre ha hecho que estemos todos muy unidos. El bien de uno es el bien de todos", concluye.