La socialité ha contado algunos detalles de su boda, revelando un detalle que era desconocido sobre los regalos.
Tamara Falcó ha acudido al plató de 'Martínez y Hermanos' y ha sido ahí donde ha charlado con Dani Martínez y los invitados de algunos detalles de su boda. El presentador ha querido saber cuando cada vez está más cerca de su aniversario de su boda que si por fin ha podido abrir todos los regalos que le hicieron, y ha sido en ese momento cuando ella ha revelado algo que nadie se esperaba.
"Ya ha pasado más de medio año de tu boda, ¿ya has abierto todos los regalos?", ha preguntado Dani Martínez a Tamara Falcó, quien ha desvelado que la mitad de los invitados no les regaló nada: "Hubo un 60% de la boda que no nos regaló". Es más, el 40% de regalos restantes tampoco está al completo en sus manos. "Del 40% restante, muchos mandaron regalos, y como eran días de mucho ajetreo en casa, había mucho jaleo, y hay algunos que no encuentro. Por ejemplo, un cuadro grande, no entiendo", ha dicho, contando que algunos se han extraviado y no entiende cómo ha podido pasar algo así. El presentador tampoco entendía por qué más de la mitad de las personas que acudieron a su boda no les regaló nada a ella y a su marido, Íñigo Onieva, aunque no ha obtenido una respuesta clara, diciendo: "Esta pregunta también me la hago yo", ha dicho entre risas.
Mientras, el presentador también tenía otras dudas, y le ha dicho: "Ahora que estamos en confianza, ¿has devuelto algún regalo, o lo has regalado?". Pero ella ha sido comedida, diciendo que no ha devuelto ninguno y que todo el mundo los hace con cariño, contando que se ha quedado todo y no ha regalado a nadie alguno de esos presentes que recibió con motivo de su enlace. El regalo que más se repite
y como repuesta ha contado cuál ha sido el regalo más repetido, en concreto las vajillas: "En casa solo tengo espacio para una", ha comentado, diciendo que ha habilitado en su garaje un espacio para los regalos, eso sí, en un futuro espera tener una casa muy grande en la que todas estas vajillas tengan cabida, como ocurre en la casa de su madre Isabel Preysler.