FAMILIA REAL BRITÁNICA

La Reina Madre de Inglaterra: el recuerdo de una longeva vida llena de dramas y comedias

Enemistades, guerras, conflictos familiares... En su más de un siglo de vida la madre de Isabel II pudo vivir todo tipo de situaciones, sobrevivir a ellas y mantener intacta su popularidad.

Juan Salgado 04 Agosto 2018 en Bekia

Galería: La vida de la Reina Isabel II de Reino Unido en imágenes

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Para cuando en marzo de 2002 falleció a los 101 años, la Reina Madre de Inglaterra se había convertido ya en el miembro más longevo de la historia de la Familia Real. Una familia a la que llegó procedente de la aristocracia escocesa y de la que con el paso del tiempo acabaría convirtiéndose en pilar fundamental. De hecho, a lo largo de su larga existencia la madre de Isabel II fue, con diferencia, el miembro más popular la realeza británica (superando incluso a Lady Di). Pero... ¿A qué se debió su popularidad? ¿Qué había detrás de esa entrañable anciana a la que todos querían?

Enemistad con "esa mujer" llamada Wallis Simpson

Isabel Bowes-Lyon contrajo matrimonio en 1923 con el por aquel entonces Príncipe Alberto de York, hijo del Rey Jorge V de Inglaterra y hermano del futuro Eduardo VIII. Juntos tuvieron dos hijas (Isabel y Margarita) y formaron una familia idílica que contrastaba con la escandalosa trayectoria del Príncipe de Gales, hermano mayor de "Bertie" y cuya personalidad encarnaba todo lo contrario a la de éste: mujeriego, extrovertido, carismático... Pese a todo, los Duques de York no podían ni imaginarse cómo cambiarían sus vidas una vez que el heredero se sentó en el trono.

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Por aquel entonces Eduardo mantenía una polémica relación con la estadounidense Wallis Simpson, doblemente divorciada y con una reputación más que dudosa. Un romance que escandalizaba a todos los sectores de la sociedad y que desde el primer momento demostró ser incompatible con la Corona. Ante lo imposible de su amor y en un alarde de irresponsabilidad institucional, el Rey Eduardo VIII decidió abdicar el 11 de diciembre de 1936 para poder casarse con su amante.

La situación era insólita para todos pero sobre todo para su hermano Alberto, quien de un día para otro se vio convertido en Rey con el nombre de Jorge VI. Nunca había recibido formación para ello y su personalidad tímida e insegura no contribuía en absoluto a facilitarle sus nuevas tareas. Por suerte tenía a su lado a Isabel, una mujer fuerte que se convirtió en su mejor aliada y consejera.

A partir de ese momento la nueva Reina desarrolló un odio casi enfermizo hacia los Duques de Windsor (título que Eduardo y Wallis recibieron tras la abdicación), a quienes culpaba de la enorme carga de responsabilidad que tenía que asumir su inexperto esposo. Se propuso hacerles la vida imposible y en cierto modo lo consiguió.

Isabel prohibió al rey hablar con su hermano y ella misma intermedió para conseguir negarle a Wallis Simpson el tratamiento de "Alteza Real" que por matrimonio le correspondía. Ella prefería llamarla simplemente "esa mujer", mientras que la Duquesa de Windsor por su parte se refería a la Reina como "Cookie" (debido a sus redondeces).

Las dos mujeres no volverían a verse las caras en más de 30 años. El reencuentro se produjo el 7 de junio de 1967, ya reinando Isabel II y con motivo de un homenaje a la Reina María de Teck. Aunque mantuvieron las formas, Wallis se cobró su venganza y en el momento de saludar a su cuñada decidió no inclinarse ante ella. Unos años después volverían a verse por última vez con motivo de la muerte de Eduardo. Fue ahí cuando las tibias relaciones entre la Duquesa de Windsor y su familia política comenzaron a relajarse, hasta el punto de que la Reina Madre acudió a su funeral en 1986. Aún así, ésta no lo dudaba: "Las dos personas que más problemas me han causado son Wallis Simpson y Hitler".

Símbolo de la Segunda Guerra Mundial

La anterior referencia hacia la persona de Adolf Hitler es más que entendible teniendo en cuenta la situación que Reino Unido vivió durante la Segunda Guerra Mundial. Una situación marcada por las restricciones a la población y los continuos bombardeos del Eje sobre los cielos de Londres.

Precisamente en la capital era donde se encontraba la residencia oficial de los monarcas: el Palacio de Buckingham. Un lugar que los reyes se negaron en rotundo a abandonar como muestra de solidaridad con sus súbditos. Únicamente permitieron que sus hijas fueran trasladadas al Castillo de Windsor, a las afueras de la ciudad. Aún así, ante las presiones del gobierno para que las princesas Isabel y Margarita fueran trasladadas a Canadá, la Reina se mostró rotunda: "Las niñas no se irán a menos que yo lo haga. Yo no me iré a menos que mi marido lo haga y el Rey no abandonará el país bajo ninguna circunstancia".

El Palacio de Buckingham tampoco se libró de los ataques enemigos y fue bombardeado en varias ocasiones. Lejos de asustarse o mostrar el menor atisbo de rendición, la Reina Madre volvió a demostrar su coraje al afirmar: "Casi me alegro de que nos hayan alcanzado. Así podré mirar sin vergüenza a esa pobre gente del East End, tan castigada por los bombardeos".

Lo cierto es que la esposa de Jorge VI no dudó ni un instante en acompañar a sus súbditos y visitar las zonas damnificadas. Rodeada de escombros, la Reina se mostraba en todo su esplendor: joyas, sombrero, tocados, pieles... Ante las críticas por lo que parecía una frivolidad ella se defendía: "Ellos también se pondrían sus mejores galas si vinieran a verme".

Más allá de estas visitas, Isabel también pronunció varios discursos radiofónicos y llegó a enviar una fotografía suya firmada a todos los hombres que servían en el ejército. Gracias a todo ello se ganó para siempre el respeto, el cariño y la admiración del pueblo inglés. Todos los expertos coinciden en que su mérito fue "dotar a la monarquía de un rostro humano y compasivo en tiempos difíciles".

Una abuela entrañable para la nación

Cuando parecía que todo había vuelto a la normalidad en la Familia Real una vez finalizada la guerra y apaciguados los conflictos internos, un nuevo golpe cambió de nuevo el rumbo de la historia. Tras unos meses de discreta enfermedad, el Rey Jorge VI falleció el 5 de febrero de 1952 a los 56 años. Esto supuso que su hija Isabel, "Lilibet", se convirtió de manera automática en la nueva Reina y su progenitora pasó a ser la Reina Isabel, Reina Madre.

El fallecimiento de su marido dejó a Isabel sumida en la tristeza, hasta el punto de que durante meses se negó a salir del palacio. El Primer Ministro Winston Churchill se vio obligado a intervenir para convencerla de que todavía era útil para el país y de que su hija la necesitaba a su lado ahora más que nunca. A la Reina Madre le costó volver de nuevo a la normalidad pero una vez que lo hizo ya no volvería a bajar el ritmo en lo que le quedó de vida.

Se calcula que durante la primera etapa del reinado de su hija llegó a acudir a una media de más de 200 actos al año y que fue presidenta activa o patrona de más de 300 organizaciones. En poco más de una década realizó más de 20 viajes por países de todo el mundo y sólo a medida que su edad avanzaba se vio obligada a reducir (que no renunciar) a su actividad. Una de las frases que más repetía era: "El trabajo es el alquiler con el que uno se paga su habitación en la tierra".

Si su imagen ya era popular antes y después de la Segunda Guerra Mundial, la Reina Madre se convirtió por méritos propios en la persona más querida de la Familia Real. Ni la propia Isabel II ni posteriormente el huracán mediático que supuso Lady Di consiguieron desbancarla de su trono. Es más, su sombra ha pesado siempre sobre la actual soberana inglesa, incapaz de igualar la empatía de su madre. La periodista Gwen Robyns describió la situación con estas palabras: "Isabel II siempre se mostró correcta pero sin irradiar calor humano ni simpatía (...). No es una mujer que brille como su madre".

Afición por el alcohol

La veneración que los ingleses sentían por la Reina Madre llegaba hasta el extremo de que mientras vivió ningún medio de comunicación ni periodista se atrevió a decir nada malo sobre ella. Su figura estaba por encima del bien y del mal, incluso cuando los escándalos matrimoniales de sus nietos comenzaron a acaparar titulares. Sin embargo, la cosa cambió una vez desaparecida.

Isabel Bowes-Lyon falleció el 30 de marzo de 2002 a los 101 años. Solo a partir de entonces el mundo comenzó a descubrir qué se escondía realmente tras su eterna sonrisa, sus tocados de plumas y su voz dulce. Fueron sus propios sirvientes los encargados de desvelar lo que era un secreto a voces pero que nunca nadie se había atrevido a decir en público: la afición de la Reina Madre por el alcohol.

El primero en hacerlo fue el Comandante Colin Burgess, que durante años formó parte de su servicio personal. En 2006 publicó un libro con el título 'Tras las puertas de palacio' y en él revelaba cómo era la rutina que la Reina Madre seguía a la hora de beber: una mezcla de licor Dubonnet y ginebra al mediodía, vino tinto durante la comida, un vaso de Oporto durante la sobremesa, Martini a la merienda y champán rosado durante la cena.

Diversos testimonios posteriores confirmarían que su bebida favorita por encima de todas era la ginebra, concretamente los gin-tonics. El maitre catalán Alfred Romagosa trabajó durante varios años en el Hotel Ritz de Londres y con mucha frecuencia él era el encargado de servir a la Reina Madre. Según declaró en varias entrevistas, a ésta le gustaba "el gin-tonic con mucha ginebra, poca tónica, abundante hielo y en vaso corto". Quizás esa fue la clave de su longevidad...

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