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Sarah Ferguson abre su carta con una confesión: "Crecí sintiéndome no válida". A los doce años, su madre se fue a vivir a Argentina tras divorciarse de su padre, dejándola con una profunda sensación de vacío emocional. Ese abandono fue un punto de inflexión que, según explica, moldeó su autoestima. " Me quedé con la idea de que no era suficiente para que mi madre se quedara ", escribe. Esta herida infantil no fue tratada en su momento y se convirtió en la base de una lucha interna que ha continuado a lo largo de su vida adulta.
Ferguson también aborda su prolongada batalla con la comida y la percepción de su cuerpo. Relata cómo, tras el abandono materno, empezó a usar la comida como un mecanismo de consuelo, desarrollando una "relación insana" que rozaba el trastorno alimenticio. En su juventud, la presión mediática agravó el problema: fue ridiculizada sin piedad por la prensa británica, que le impuso apodos crueles como Duchess of Pork o Fat Fergie. Estos ataques públicos, lejos de ser anecdóticos, calaron profundamente en su autoconcepto y alimentaron una espiral de culpa, vergüenza y baja autoestima.
Aunque Sarah Ferguson ha lidiado durante años con la persecución mediática, señala que las redes sociales representan una nueva forma de violencia emocional que afecta de manera aún más directa e inmediata. "Son un pozo negro", afirma. En la carta expresa que la dinámica constante de juicio y comparación que existe en plataformas como Instagram o X puede ser devastadora.
El doble diagnóstico de cáncer
En los últimos meses, la Duquesa ha enfrentado uno de los desafíos más duros de su vida: fue diagnosticada primero con cáncer de mama, y poco después con cáncer de piel. Esta experiencia, relata, la obligó a mirar de frente la muerte. Revivió el dolor por la pérdida de su padre y su mejor amiga, ambos fallecidos a causa del cáncer. "La enfermedad me llevó a lugares muy oscuros", confiesa.
La carta concluye con una reflexión. Ferguson agradece el espacio de contención y cuidado que encontró en Paracelsus Recovery, una clínica suiza especializada en salud mental, donde pudo hablar abiertamente de sus heridas, incluso sin necesidad de un diagnóstico clínico. Allí comenzó reconectar con una versión más compasiva de sí misma. Subraya la urgencia de derribar los estigmas que rodean a la salud mental y de crear espacios donde las personas puedan contar sus historias sin miedo ni vergüenza. "No se trata de curarse del todo, sino de reconocerse, escribe.